jueves, 29 de septiembre de 2011

Una Historia al son del ballett

Después de charlar con un gran amigo, me dirijí al Coliseo de la ciudad, los locales poco a poco se iban cerrando, la calle oscura y mis pisadas en el charco, parecía como si la lluvia cayera al son de los pasillos ecuatorianos, sin dudarlo ingrese, ese ambiente poético circulo por mis venas, subí los graderíos y allí estaba, un ángel de luz, con sus movimientos de baile, la obra transcurrió y mis ojos se perdieron en la mirada de aquella mujer, capitalina, sus pisadas marcaban el plin plon plop de mi corazón, luego las canciones de Jota Jota ingresaron, filtraron cada espacio de aire, respiraba a Julio Jaramillo, el gran ruiseñor de América, su vida corrio en cortos segundoa y minutos toda una vida de bohemia, los recuerdos, un pueblo que perdió a su pana, a ese amigo irreconciliable del tiempo, aquel que nunca traicionó nuestro futuro, aquel que en las cantinas acompaña a nuestro corazón y vivencias, pero las pisadas y pasos de ella  turbaron tanto mi pensamiento, que ella parecía ser la única en el salón, la acaricié con mi mirada, la perseguía como viento, los Lazos en América, tras el sepelió del Ruiseñor, nos mezclamos con las tonadas protestas, esas canciones que reavivan el espíritu revolucionario y logran reafirmar el convenio con la sociedad. Este convenio revolucionario en busqueda del Buen Vivir, ese camino por las utopías, su mirada entrelazada al son de una historia, los pasos se iban, el telón me la robó y luego de levantarme y colocarme mi boina, cruce por el escenario camino a casa, llevándome esa impresión silenciosa, a rondar por una esquina y de cigarro en cigarro pensar en la balletita de cámara que se llevo en minutos una parte de mi y me dejo esta historia en un pueblo donde la cultura empieza a florecer.

Geovanny Falconí
poetalejo@gmail.com

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